
Todo está condicionado en algo, fuera valentía, adiós capacidades, cero esperanza. Bienvenida la fe ciega, la condición incierta y la incapacidad espiritual.
El convencimiento gaseoso de que en algún momento dios lo hace, lo puede y lo permite no solo es una condición básica del Ser, sino un aspecto que daña el Ser, lo reduce y lo somete a un postulado insensato y de bajo valor social.
Un “gracias a dios” se convierte en la impertinencia del creyente ante los ojos del mundo que lo aplaude, un gracias a dios es la cuota falsa de la humildad religiosa, un gracias a dios es la razón que permite desconocer las capacidades humanas.
Por el buen trabajo “gracias a dios”, por la relación nueva, por el carro nuevo y torpemente por ganar un partido de futbol gracias a nada. Así celebran los creyentes, tal vez como una forma inconsciente de no reconocerse como triunfadores genuinos, o tal vez como la forma consciente y deliberada por creerse un instrumento divino y en el peor de los casos como los ratones de un experimento celestial.
“Gracias a dios”, probablemente tenga un valor espiritual que rellena una parte de impotencia humana y tal vez por eso, nunca un creyente desertará el lenguaje confuso que a diario utiliza.
La peor manera de decir “gracias a dios” es frente a usted mismo, creyente.