viernes, 23 de marzo de 2012

La ruta de mi Ateismo


Mario Alejandro Lemus.

Antes de cumplir los 15 Años, comencé a preferir las pequeñas y temporales verdades de la ciencia, que las grandes e infinitas mentiras de la religión, y en ese camino indudablemente se atravesó el colegio donde estudie mi bachillerato, antagónicamente llamado Nuestra Señora de Fátima.

Recuerdo mis 16 años, cuando empezaba la clase de “religión”, en la que, cada vez me sentía incomodo, pues creía que esa materia debería parecerse más a una clase de historia, pero  se trataba de oraciones y valores “católico-cristianos” predicados por un profesor diacono de una Iglesia católica cercana a mi barrio, contradictoriamente de nombre Pastor, del que recuerdo llegaba cantando con alegría. Ese momento servía más para pasárnosla de desordenados tocando fuerte los pupitres al son de los aplausos.  Eran los primeros años del nuevo siglo, la ciencia cada vez más rápido va aportando a la humanidad luces sobre el pasado, el presente y el futuro, datos interesantes que no valían la pena ser apartados de nuestra adolescente vida,  pero lamentablemente era así. De todas formas me resistía a recibir ese tipo de educación religiosa contraria a mis apreciaciones, eran los meses en que dios ya no existía para mí.